sábado, 21 de julio de 2007

Cuando le soltás esa frase matadora, ella queda derretida. Le decís a continuación que no se haga problema, que llamás a su trabajo si hace falta, pero que vayan a tomar algo donde ella quiera. Ella te dice que sí, y vos, incrédulo y feliz, subís a su lado por las escaleras de la estación como un chico que vio a Mickey Mouse en vivo y en directo.

Van a una confitería céntrica, ella se pide un jugo de naranja, vos un café.

Charlan durante dos horas y media. Te diste cuenta ya a la primer hora de que es el amor de tu vida. Ella parece estar muy a gusto; ya te dio su teléfono y su email. Todo lo que queda ahora es planear un nuevo encuentro, y quedan en que la vas a llamar para salir una noche de la semana.

Cuando vas a pagar la cuenta, feliz de la vida, te avivás de que te olvidaste de llevar plata. Tenés dos pases de subte, una moneda de un peso, y un boleto del recital de Chiquititas al que vas a llevar a tu sobrinita. Horrorizado, meditás la forma de salir de ese embrollo.

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